jueves, 4 de octubre de 2012

{OneShot} Todos y cada uno de los días.





Título: Todos y cada uno de los días.
Personajes/Pareja: Yunho, Changmin.
Rating: PG.
Género: Angst.
Resumen: Los recuerdos aparecen cuando menos te lo esperas y en ocasiones es buena idea dejar que simplemente fluyan.
Disclaimer: Por mucho que me gustaría lo contrario, se pertenecen a ellos mismos.

—Así era ¿verdad?, así era como teníamos que hacerlo todos nosotros, así era como tocaba vivir, ¿no es cierto?. — la voz del hombre joven hizo que su amigo alzara el rostro para mirarle.
—¿A qué te refieres?
—Hyung... no te hagas el tonto. —el reproche en la voz de su amigo hizo que por fin Yunho cerrara el libro que tenía entre las manos y le mirara a los ojos. —¿Nunca te has preguntado qué hubiera pasado si nos hubiéramos ido con ellos?
—Todos y cada uno de los días que llevamos en este infierno, Changmin. —el líder se incorporó entonces y se acercó hasta donde se encontraba su compañero observando la ciudad. El más alto no se movió mientras su mirada se paseaba por todo lo que había bajo él como si fuera lo más interesante y emocionante del mundo. —¿Por qué me lo preguntas ahora? ¿Tienes dudas de nuestra decisión?
—-Todos y cada uno de los días. —-susurró el hombre más joven, volviendo por fin la mirada oscura en dirección hacia Yunho, repitiendo lo que hacía un momento había dicho su líder y la persona en la que más confiaba con creces en aquel mundo de locos en el que había entrado demasiado pronto. —Todos y cada uno de los días me pregunto por qué nos quedamos aquí cuando lo único que hacen es explotarnos, cuando terminamos tan agotados que terminamos enfermando y muchas veces no somos capaces siquiera de llegar a nuestra habitación.
—Podías haberte ido con ellos, Min. —la mano de Yunho se apoyó en el hombro de su amigo y compañero esperando que se apartara como solía suceder ante el contacto, pero sin embargo no lo hizo.
—¿Y dejarte solo? ¿Por quién me tomas? —-una media sonrisa apareció en sus labios mientras que encaraba completamente al otro y se ponía de perfil hacia la ventana por la que había estado mirando hasta hacía apenas unos instantes. —Además esto es mucho más divertido, ¿acaso para muchos no somos los malos de la película?

La ceja izquierda de Yunho se arqueó entonces en una pregunta muda mientras observaba al más joven, sonriendo de medio lado. Sí, para algunas personas no dejaban de ser unos “vendidos” que se habían quedado mientras que los otros tres se habían marchado buscando su propia libertad, buscando mejorar unas condiciones de un contrato exclavista que, sin embargo, los cinco conocían perfectamente cuando lo firmaron. Era estúpido, también, pensar que ninguno de los dos que se encontraban en aquella habitación sabían el tema de la demanda, sólo que habían decidido tomar un camino que los llevaría en dirección a otra historia completamente diferente.

—¿Así que es por eso? ¿sólo por eso? —el rostro masculino del líder realizó una pequeña mueca que buscaba mostrar que estaba compungido, pero pronto una sonrisa apareció en esos labios que las fans fantaseaban con besar. —¿No es porque me tienes cariño ni nada por el estilo y no me querías dejar solo?
—Sigue soñando, Hyung. —los labios del menor se curvaron en una media sonrisa mientras le miraba a los ojos acto seguido mucho más serio. —Sabes que no me gustó, para nada, lo que sucedió.

Yunho negó brevemente. Demasiadas cosas habían sucedido y demasiado peso había terminado por colarse en los hombros del menor. Por mucho que había intentado protegerlo, por mucho que había buscado las formas en las que el maknae del grupo no sufriera, lo cierto es que no lo había hecho nada bien. Había visto cómo se marchitaba en cierta manera dolido por la traición, por la marcha de esos hombres que se habían convertido en tres de las personas más importantes de su vida y que de un día para otro, aunque no había sido en realidad así pero era cómo lo habían notado, se habían marchado dejándolos atrás. Changmin no llevaba demasiado bien aquello y se había enfadado, había destrozado todo lo que tenía a su alrededor y había estado semanas que apenas hablaba dentro de su propio dolor, alejando incluso a la única persona que todavía le quedaba y que había caminado de puntillas a su alrededor intentando no molestarlo cuando él mismo se encontraba roto por dentro.

Quizá en su caso el dolor había sido mayor. No, no mayor, pero sí diferente. La última vez que había visto el rostro pálido de JaeJoong, que había podido cruzar sus ojos con los oscuros como si fueran dos pozos sin fondo del mayor, Yunho supo que todo había terminado y que tenía que tomar las riendas de su propia vida de la misma manera que él había hecho con la suya. Le dolió en el alma ver la mirada culpable de Yoochun y el gesto serio de Junsu mientras tomaba la maleta para salir del apartamento que durante tanto tiempo habían estado compartiendo. Era como si le hubieran arrancado parte de su propia alma y se la hubieran llevado consigo en el mismo momento en el que la puerta se cerró detrás de sus espaldas. Sin embargo, no se había hundido. No tenía derecho a hacerlo. Todavía había alguien a su lado que lo necesitaba, el mismo que en esos momentos le miraba con curiosidad por el silencio repentino que había caído sobre la conversación.

—¿Hyung? —la voz cargada de duda de Changmin hizo que Yunho le mirara, negando por un momento mientras dejaba una pequeña palmada en su hombro en un gesto lleno de cariño.
—Estoy bien, no es nada. —le tranquilizó esbozando una sonrisa a su compañero. —-Venga, vayamos a comer algo.

Changmin observó cómo su amigo se giraba para adentrarse en el salón, cogiendo en el camino hacia su habitación el libro que había estado leyendo. Aquel libro se lo había prestado hacía más de un mes y no había avanzado más allá de las primeras páginas. Sabía demasiado bien lo que hacía Yunho mientras supuestamente estaba leyendo. En un gesto casi de frustración, Changmin se separó de la ventana para dirigirse hacia su propia habitación y a sus propios pensamientos. ¿Estaban haciendo lo correcto? Aquella pregunta se repetía una y otra y otra vez en su mente como si fuera un mantra. ¿Lo estarían haciendo?

En cuanto encendía el ordenador y se conectaba a internet la información sobre ellos aparecía golpeándolo como si fuera un puñetazo y sentía un dolor de lo más físico. Aunque ya no sentía la misma rabia que al principio cuando se fueron, la sensación de abandono persistía aunque hubiera jurado y perjurado que no sentía nada, que aquello había sido solo algo momentáneo y que se encontraba perfectamente tal y como se encontraba en ese momento. Había luchado para desprenderse de ello. Sus hyungs habían decidido después de demasiados enfrentamientos que habían hecho que sangraran, quizá no físicamente, quizá no literalmente, pero desde luego metafóricamente lo habían hecho más de una vez. 

Les iba bien y debería alegrarse, sin embargo en ocasiones su parte más mezquina hubiera deseado que no fuera así porque entonces no dolería tanto verlos a todas horas, cada momento, cada día. Porque si les fuera mal habrían desaparecido del mapa y no vería cómo los ojos de Yunho se cargaban de melancolía y de tristeza cuando les veía aparecer de la nada en una página de internet, en un anuncio. Porque su corazón no latería con fuerza, como si estuviera a punto de salírsele del pecho, cuando escuchaba alguna de sus canciones. Porque era capaz de reconocer cada una de sus voces aunque no quisiera y se metían tan adentro en su cabeza —y en su corazón, aunque se negara a confesarlo a alguien y mucho menos a Yunho— que tenía que controlarse para no ir cantándolas por la casa o tararéandolas cuando iban en la van a cualquiera de los lugares donde tenían que rodar.

Se esforzaba cada día para intentar mostrar indiferencia. Era fácil hacerlo, siempre se le había dado bien no mostrar lo que pensaba y lo que sentía, tenía esa ventaja sobre Yunho. Su Hyung era demasiado obvio en ocasiones, al menos para él. Podía leer con claridad en sus ojos y ver cómo estaba pensando en ellos. Incluso a veces creía que podía tener telepatía porque sabía exactamente qué recuerdos se habían activado: una sonrisa, una ceja arqueada, una inclinación de su cuerpo, una mirada disimulada a algo en particular era lo único que necesitaba para darse cuenta de qué tenía su amigo en la cabeza y con qué lo estaba relacionando. 

Esos días, en especial, estaba pensando en Jae aunque no era algo que le sorprendiera. En realidad era lo normal. Por mucho trabajo que tuvieran siempre había un momento para saber en qué estaban metidos esos tres. Negó brevemente mientras salía de su habitación para acercarse al baño y cerrar la puerta detrás de sí. Miró entonces su reflejó por un momento, antes de inclinarse ligeramente para lavarse las manos y se detuvo durante un instante observando cómo el agua se deslizaba entre sus dedos. ¿Por qué no podían ser así los recuerdos? Aquellos que atesoraba como si tuviera miedo a que se fueran y que sin embargo les hacían tanto daño que eran saetas que se clavaban de forma profunda en su interior. Sería tan fácil entonces... pero no, aquellos recuerdos permanecían una y otra vez en su mente, volviendo cuando menos lo esperaba y cuando ya creía que los había olvidado. Como Yunho, él tampoco los había olvidado y todo parecía que le recordaba a ellos de una manera u otra.

¿Eso era ser los malos de la película? ¿por quedarse con la SM? Todos pensaban que habían tomado el camino más fácil, el quedarse en la empresa que los había “creado” y simplemente seguir con lo que habían estado haciendo hasta ese momento. Ni todo era blanco, ni todo era negro. También habían tenido sus problemas y habían visto cómo los mismos que les apoyaban les giraban la espalda. Habían sufrido el desprecio de algunos fans que habían preferido marcharse. No les podía culpar, cada cual tenía sus gustos, pero el más joven de los cinco había sufrido por aquello. Había decidido evitar determinadas páginas e, incluso, durante una temporada había procurado estar lo más desconectado posible.

Hizo un cuenco con sus manos para hacer que el agua cayera en sus manos y después se lo llevó al rostro para aclararse las ideas, como si al notar el agua fría eso fuera posible. Con el cabello humedecido volvió a clavar su mirada en el reflejo que el espejo le daba y negó brevemente. ¿De verdad era él? Estaba cansado, tan cansado que podía reflejarse en el rostro limpio del maquillaje, en las marcas demasiado profundas, en las ojeras que apenas podía disimular ya. Dormía poco y, a pesar de que siempre tenía hambre, comía mucho menos que antes o de peor calidad. En eso, como en tantas otras cosas, echaba de menos a JaeJoong. Apoyó la mano en el cierre del grifo y lo cerró mientras se acercaba a una de las toallas para secarse las manos antes de salir por la puerta del baño. 

Yunho observó a Changmin salir de aquella habitación en la que había estado más de lo normal y vio cómo el menor se dirigía hacia el salón de nuevo. Fue entonces cuando se permitió salir de la suya mientras cerraba detrás de sí. No eran muchas las ocasiones en las que el hombre más alto dejaba mostrar parte de lo que pasaba por su cabeza y por su corazón. Para todos era indiferencia, pero él pronto había descubierto que en realidad era su forma de proteger un corazón que a veces podía ser demasiado sensible. Si no fuera de esa manera no le hubiera importado y dolido tanto que se fueran. Respiró hondo porque él sabía perfectamente que no podía disimular de la igual manera aunque lo intentara.

Sacudió brevemente sus manos en las perneras del pantalón que llevaba y se dirigió entonces hacia la cocina. Al pasar por el salón pudo ver que de nuevo Changmin se encontraba en la ventana perdido en sus propios pensamientos. Fuera ya era de noche y apenas podía ver nada salvo las luces de la ciudad, una ciudad que se encontraba en plena efervescencia mientras que en aquella casa todo parecía ir lento, demasiado lento, incluso el propio tiempo. Sabía que en realidad no necesitaba ver más allá del cristal puesto que estaría rememorando alguna situación, algún momento, quizá alguna tarde-noche similar a aquella.

Había algo que había cambiado de manera significativa y era... el silencio. Cuando estaban los cinco la casa siempre estaba en movimiento, siempre había ruido, siempre había gente que iba y venía, que hablaba, reía, escuchaba música o jugaban, que peleaban, se gritaban y bromeaban. Sin embargo, aquello había desaparecido en el mismo momento en que aquella puerta se había cerrado detrás de su espalda dejándolos fuera, a pesar de que se encontraban en el interior del apartamento y ellos eran los que se iban. Había sido una barrera tanto física como mental, sobre todo esta última. Una barrera muy difícil de superar y que incluso en esos momentos era imposible hacerlo. 

Negó para sí y se acercó hasta uno de los armarios. Se podía imaginar que Changmin tenía hambre y no era el único. Habían estado preparando el comeback que sería en unas semanas y acaban como quien dice de llegar de un verano cargado de actuaciones y trabajos. Estaban agotados física y mentalmente, igual que les sucedía cuando estaban juntos, pero con la diferencia de que ahora no se podían apoyar los unos a los otros. Solo quedaban ellos dos. Y esa realidad le golpeaba cada vez que se quedaban entre aquellas paredes. Quizá por esa razón ambos se habían volcado en el trabajo y habían decidido seguir trabajando duro. Quizá por eso Japón se había abierto como una posibilidad alejada, y a la vez cercana, donde poder ser ellos mismos. Quizá por eso tenían un acuerdo tácito por el que determinados temas no se hablaban y sus nombres no eran pronunciados.

Se movió para poner a calentar el agua para los noodles que prepararía, sacando después sendos cubos de cartón abriendo las tapas hasta la mitad, sacando las bolsitas de las distintas especias y de los palillos desechables que no utilizarían. No era la mejor de las cenas, pero era rápida y habían aprendido a vivir con aquello. Echaba de menos a JaeJoong... no porque estuviera preparando la cena de aquella manera y echara de menos lo que él cocinaba, sino porque era como si le hubieran arrancado el corazón del pecho, destrozado y vuelto a meter de cualquier manera. Se había apoyado en él más que en el resto quizá, porque creía que podía hacerlo, porque creía que él lo entendía y que siempre estaría a su lado. Había sido, sin duda, la despedida que más le había dolido. El adiós que más amargo le había sabido cuando se había producido. Incluso tras tantos años seguía creyendo que en cualquier momento la puerta se abriría y aparecería de nuevo por ella, con una sonrisa en los labios, le arrebataría lo que tenía entre las manos y se pondría él a cocinar algún plato que se le ocurriría en el momento.

Esto no podía seguir estando así, deberían dejar esa melancolía, sin embargo era mucho más fácil decirlo que hacerlo. Apretó la mandíbula con fuerza y miró el contenido para asegurarse que no se había confundido puesto que había puesto el “piloto automático” y en más de una ocasión había armado un desastre. Lo único bueno es que entonces estarían entretenidos porque si había algo que Changmin odiaba era que le destrozaran la comida, aunque fuera algo tan sencillo como lo que estaba haciendo en ese momento. Se acercó hasta donde se encontraba el agua, que ya estaba hirviendo, y con cuidado de no quemarse lo vertió en ambos contenedores cerrándolos después poniendo los palillos de metal sobre la tapa. En aproximadamente cinco minutos más podrían cenar.

¿Qué estarían haciendo? A pesar del tiempo, a pesar del espacio, a pesar de que ya no fueran la misma unidad musical, para Yunho había algo que era cierto: eran su familia y por tanto él tenía la obligación, y también el derecho, de preocuparse para que lo estuvieran haciendo bien. Ellos también habían tenido un verano de lo más ocupado, entre dramas, conciertos y fanmeetings. Lo sabía porque aunque no estaba tan pegado al ordenador como Changmin, también entraba de vez en cuando para ver qué era lo que sucedía en internet con ellos. 

Cuando tenían tiempo, por supuesto, y no quería llegar a ese lugar para darse una ducha y meterse directamente en la cama, muchas veces arrastrándose.

—Hyung.

La voz de Changmin demasiado cerca hizo que volviera la mirada hacia su derecha donde se encontró a su compañero mirándolo con el rostro serio, los ojos oscuros quizá demasiado brillantes y los labios apretados en un gesto que indicaba que había demasiados demonios en su interior que buscaban ser ocultados. Alguien tan joven no debería haber sufrido tanto, no debería haber vivido todo lo que había tenido que vivir, todo lo que había tenido que soportar. Sabía que le habían arrebatado su juventud, de la misma manera que lo habían hecho con todos ellos, pero para él la de Changmin había sido la peor de todas porque había sido, en cierta manera, su responsabilidad. 

Las miradas de ambos se mantuvieron durante uno, dos, tres minutos sin que ninguno de los dos hablara. ¿Estaban analizándose? No, solo estaban comunicándose sin palabra porque era algo que habían aprendido a hacer hacía mucho tiempo. Llevaban tanto tiempo juntos que ya no era necesario palabras, no la mayor parte del tiempo al menos. Fue Changmin el primero que apartó la mirada y la fijó en lo que iban a cenar aquella noche apoyando las manos en la superficie de mármol y mirándose las uñas cuidadas de sus largos dedos como si fuera lo más interesante del mundo. Tenía los hombros ligeramente caídos y tuvo que carraspear antes de poder hablar como si hubiera algo que se le había atascado en la garganta y fuera difícil, muy difícil, sacar fuera. Cuando habló su voz fue más baja de lo habitual, casi un susurro que hizo que Yunho tuviera que acercarse un par de pasos para poder escucharlo con claridad.

—¿Los echas de menos, Yunho?
—Todos y cada uno de los días, Changmin... todos y cada uno de los días.
—Yo también... —el menor alzó la mirada intentantando aparentar fuerza. —pero jamás se lo digas.
—No lo haré yo, serás tú quien tenga la oportunidad de hacérselo ver.

Fue entonces cuando sonrieron, una sonrisa compartida que por fin llegó a sus ojos, a los de ambos, mientras quedaban cara a cara. Porque si había algo que se recordaban, cada día, es que en algún momento toda aquella pesadilla terminaría y entonces podrían volver a ser como antes. Se dieron entonces una palmada en la espalda como dos viejos amigos, tal y como eran, se sentaron en las banquetas de la barra americana donde Changmin había estado apoyado y tomaron los palillos dispuestos a cenar. Una nueva sonrisa, un par de palabras más que sonaron a broma y borraron la sensación de pesadez que había aparecido durante toda la tarde. 

Tenían una esperanza que jamás se apagaría, que siempre permanecería, una esperanza que estaba allí intacta, dispuesta para ellos. Porque siempre, pasara lo que pasara, había algo que nunca perderían: la fe. La fe en que podrían volver a encontrarse, la fe en que ellos, estuvieran donde estuvieran, pensarían en ellos de la misma manera que lo estaban haciendo en ese momento y también dirían que los echaban de menos... todos y cada uno de los días que estaban separados.

Ditulis Oleh : Lyenever // 21:16
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2 hilos entrelazados:

  1. Leído ^_^

    Me alegro de que al fin te hayas animado a publicarlo :)
    Y la verdad es que me ha encantado! Sabes que tengo debilidad por estos dos chicos, y una gran empatía hacia ellos y su situación, y me encanta ver cómo plasmas la angustia que deben de sentir hacia el tema de la separación JYJ-TVXQ.
    Me gusta porque es una narración melancólica, pero a su vez deja espacio a la esperanza de que se reúnan los cinco y vuelvan a ser, no sólo el mejor grupo de Corea, sino también ese grupo de amigos que se amaban y se divertían entre ellos :)

    Gracias por todas estas historias maravillosas. Fighting!! :D

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    Respuestas
    1. Gracias guapísima ^^ me alegra que te haya gustado. Era algo que llevo tiempo queriendo escribir y todavía tengo un par de situaciones más, espero que pronto las Musas vuelvan a activar y pueda escribir todo lo que tengo por la cabeza.
      La esperanza es lo último que se pierde y nunca se sabe lo que el futuro puede traer...

      Un besazo guapisima y gracias! ^^

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