viernes, 11 de enero de 2013

{Serial} Blue Moon - Cap. 3



Blue Moon - Capítulo III


Antes de bajarse del coche sabía perfectamente lo que se iba a encontrar. Lo que en un principio habían parecido desapariciones fortuitas que no se encontraban conectadas entre sí, habían comenzado a formar un patrón en las últimas semanas, justo en el momento en el que comenzaron a aparecer los cuerpos sin vida y con señales que indicaban que se trataba de algún tipo de asesinato ritualizado. “Homicidio”, se recordó a sí mismo y apretó los dientes abriendo la puerta y saliendo. Mientras se acercaba a la zona acordonada reconoció a varias de las personas que se encontraban trabajando. Inclinó la cabeza en varias ocasiones y alzó las bandas para pasar. Lo bueno es que la noticia todavía no había llegado a los medios de comunicación por lo que no tendrían la presión de tener que andar esquivando cámaras y dando explicaciones para algo que no tenía una lógica establecida.

Apartado de la vista, el lugar era bastante raro de encontrar, lo que indicaba que a pesar de haberse deshecho del cadáver en un lugar público y no haberlo enterrado o incinerado, no era de aquellos que buscaban la notoriedad o, al menos, ser descubierto fácilmente. No se había puesto tampoco en contacto con la policía, lo que casi agradecía. No le gustaba lidiar con esos ególatras que buscaban, por todos los medios, saltar a la primera plana del periódico y tener a todo el país en ascuas. No solían existir esa clase de homicidios en Seúl, salvo que se tratara de algún trato sucio entre mafias. Casi tenían más trabajo los que se dedicaban a narcotráfico. La proximidad con el mercado Chino y el resto de los países asiáticos hacía que las mafias estuvieran al orden del día.

—Park.
—Shim.

Saludó con un gesto de cabeza al hombre más joven mientras se ponía  a su lado. El joven que tenía a su lado, con su altura imponente, prometía. Había sido trasladado, precisamente, de narcotráfico y tráfico de armas unos meses atrás. Aunque todavía se encontraba a prueba, lo cierto era que se había sabido adaptar perfectamente y que en esos momentos eran ambos los que llevaban aquel caso por encima del resto del departamento. Inteligente, sagaz y frío, Shim Changmin era un detective ideal, sobre todo por el conocimiento que tenía de las nuevas tecnologías que le convertía en prácticamente un genio buceando en la red. Y en los tiempos en los que vivían eso era fundamental. A pesar de todo, Park Yoochun no se fiaba de él. Había algo en el hombre más joven que lo molestaba terriblemente y no sabía exactamente de qué se trataba. Quizá fuera su capacidad para no inmutarse ni siquiera ante los más terribles escenarios cuando incluso él, después de los años, notaba cómo su estómago se encogía con repugnancia.

—¿Qué es lo que tenemos?
—Sigue el mismo patrón que los anteriores. —el alto moreno se movió ligeramente para avanzar hacia donde la policía científica estaba tomando pruebas.

El tono inquebrantable de la voz del más joven hizo que Yoochun observara durante unos segundos su espalda antes de avanzar con largas zancadas hasta esa zona, deteniéndose antes de llegar puesto que sabía que no podía acercarse más, por el momento, hasta que no terminaran con lo que estaban haciendo si no quería contaminar la escena. Era algo que tenía demasiado metido en la cabeza, quizá porque cuando era un novato que no sabía bien dónde se encontraba situado había hecho precisamente eso y había tenido problemas. Hasta que había recuperado la confianza del equipo de antropólogos forenses había sido un camino arduo. Sus cejas se fruncieron ligeramente al ver algo que no cuadraba.

—Hay dos cuerpos. —dijo entonces mientras observaba las dos telas cubriendo sendos cadáveres. —Eso es nuevo.
—Debe de estar aumentando su ansiedad o lo que sea que haya desencadenando sus crisis se ha vuelto más habitual.
—Hay que reformar el perfil psicológico. —acordó Park mientras fruncía un poco más el ceño. —Tener controladas a dos personas al mismo tiempo, poder acabar con ellas y dejarlas en el mismo lugar no es algo que se haga por una persona débil. Incluso se puede considerar que son en realidad un grupo.
—No hay evidencias para eso último. —el hombre más joven volvió su rostro hacia donde se encontraba el mayor. —Quizá fue en distintos momentos y se deshizo de ellos a la vez.
—Las horas de la muerte, hasta que podamos hacer más pruebas, son alrededor de la una de la mañana. —contestó una voz que hizo que ambos alzaran la mirada, apartándola de la escena que tenían delante de ella para observar a la joven que se encontraba a un par de pasos retirándose los guantes de latex que había estado utilizando mientras trabajaba, guardándolos en el bolsillo del mono de trabajo. —Y la precisión es exactamente la misma que en los anteriores: la caja torácica está prácticamente intacta salvo el hueco por donde ha sacado el corazón.
—Así que es la misma persona que los anteriores.
—Sí, me temo que sí. Además no hace ni un mes de la mujer que apareció un kilómetro hacia el norte. Cada vez es más impaciente.
—Lo que parece un milagro es que no haya llegado todavía a los oídos públicos, salvo el hecho de las desapariciones... —comentó Changmin apartando la mirada de la mujer sin  mostrar más interés. —¿Podemos acercarnos ya?
—Puedes... —respondió la mujer mientras se cruzaba de brazos mirando a Changmin que ignoró por completo su mirada. —... habla con Ah.

Park observó cómo Shim se alejaba para dirigirse hacia donde se encontraba uno de los hombres terminando de recoger el equipo y después se volvió hacia la mujer que tenía a su lado. Era la joven promesa del mundo forense en Seúl, había puesto toda su carrera en juego con aquel caso y llevaban trabajando juntos desde el primer momento. Observó el perfil de la mujer mientras miraba hacia donde se encontraban sus compañeros y negó por un momento. Se la notaba cansada y estaba claro que no había dormido apenas, como solía hacer. Aquella mala costumbre era algo que tenían los dos en común u que paliaban con el café que corría por sus venas en prácticamente la misma cantidad que lo hacía la sangre.

—¿Algo más?
—Sé que el que yo diga que no había visto nunca algo así no tiene mucho mérito, pero... la precisión con la que están hechos los cortes, lo limpiamente que el órgano ha sido extraído... —negó ligeramente y clavó su mirada en la del detective, teniendo que inclinar la cabeza ligeramente hacia atrás producto de la diferencia de alturas. —O es un médico, seguramente antropólogo o forense, o lleva muchos años perfeccionando la técnica de otras formas.
—¿Y no se hubiera dado cuenta alguien?
—No si se ha movido de zona. —un escalofrío la recorrió y se abrazó a sí misma, el viento fresco se había levantado trayendo la humedad del río y haciendo que de repente tuviera más frío de lo normal. —Es todo demasiado limpio, demasiado perfecto...
—Sé a lo que te refieres. —el hombre negó brevemente mientras la observaba y apretó los labios por un momento. En ese momento echaba en falta haber dejado de fumar. —Fue lo primero que pensé y estuve buceando por las bases de datos estatales, no había absolutamente nada. Sea quien sea es muy bueno limpiando sus pasos.
—Lo es, como siempre no hay absolutamente nada de dónde han estado los cuerpos antes de llegar aquí.
—¿Hombres y mujeres?
—Uno de cada...
—Ni siquiera tiene una posible víctima clara, no hay preferencias, no hay nada que nos permita hacer un maldito perfil más claro. —y eso era algo que lo estaba volviendo completamente loco. Estaba cansado, agotado y cabreado a partes iguales. Sintió el delicado toque en su hombro y bajó la mirada hacia la mujer que se encontraba silenciosa a su lado, asintiendo por un momento. —Nos vemos más tarde.

Se dirigió entonces hacia donde se encontraba Shim hablando con el otro hombre, pero en el último momento desvió sus pasos dirigiéndose hacia una de las telas para retirarla. Mujer joven, de apenas veinte años, excesivamente maquillada, lo que quedaba de ropa mostraba más que insinuaba y todavía se notaba la peste a alcohol. Prostituta. Negó brevemente para después hacer un mismo gesto con el siguiente cuerpo. Hombre de mediana edad, seguramente rondando los cincuenta, traje de ejecutivo de gran calidad, seguramente un pez gordo. Iba a ser difícil enmascarar aquello. Una cosa era poder ocultar, más o menos, las muertes de aquellos que vivían en los suburbios de la ciudad, pero aquella en particular iba a traer ríos de tinta y miles de intentos para que la familia no fuera al primer periódico o cadena de televisión que se encontraran.

Observó las marcas que habían dejado la policía científica, allí dónde podía haber posibles pruebas y negó para sí manteniéndose en la postura acuclillada. El río quedaba justo delante de él y el tráfico apenas se escuchaba. Aquel lugar era prácticamente como una maldita cueva donde poder resguardarse de la vista de cualquiera. No buscaba ser descubierto mientras los dejaba allí ni tampoco que fueran encontrados demasiado pronto. Era jodidamente cuidadoso. Chasqueó la lengua por un momento mientras se quedaba por un momento allí, quieto e inmóvil, como si de esa manera pudiera concentrarse en lo que fuera que hubiera pensado el cabrón que había hecho aquello. Aisló los sonidos, alejando las voces constantes de sus compañeros, mientras que su mirada oscura se deslizaba por el lugar. Era poco más que imposible saber qué estaba pensando un psicópata, pero él tenía bastante buenas intuiciones. O al menos las había tenido hasta que había dado con él.

—Es momento de movernos, van a llevarse todo esto para analizarlo con profundidad en el laboratorio.

La voz de Shim le sacó de sus pensamientos y se incorporó sacudiéndose por un instante los pantalones. El rostro del hombre más joven seguía sin mostrar ni un solo sentimiento. Era un genio, sí, pero la capacidad empática parecía que se había quedado en un segundo o tercer puesto. Era algo que había dejado aparcado porque no parecía que importara. Tan frío como un témpano de hielo se dirigió a su lado hasta las bandas  de la policía, pasando por debajo de ellas y acercándose hasta donde habían dejado los coches. De aquella visita solo le había quedado claro una cosa: estaban jodidos. El tiempo comenzaba a jugar en su contra  porque parecía que comenzaba a acelerar los procesos.

—Te veo en el departamento.

Shim asintió y Yoochun montó en su coche para alejarse de allí. Necesitaba hacerse con una taza de café antes de llegar a su lugar de trabajo porque sabía que aquel iba a ser un día muy largo. Tenía que revisar de nuevo el perfil del posible sospechoso y, al mismo tiempo, apuntar las ideas que le habían bombardeado cuando se encontraba allí parado, con el río Han delante de él. Había algo que le inquietaba y no sabía muy bien cómo identificar. Algo que le indicaba que tenía la solución más cerca de lo que él esperaba y sin embargo no conseguía dar con la llave que pudiera ir abriendo todas las puertas que se encontraban en ese momento cerradas a cal y canto.

—Maldición.

Golpeó el volante en claro gesto de frustración cuando se incorporó al tráfico de la ciudad y se dio cuenta de que se encontraba en un atasco. No era eso en realidad lo que le molestaba de todas formas, sino que no fuera capaz de aclarar lo que estaba pasando. Siempre había pensado que tenía la capacidad para ver los patrones mucho antes que el resto de las personas que lo rodeaban, que era capaz de ponerse en la piel de los otros y “empatizar” —aunque en ocasiones lo detestara — con todos aquellos que le rodeaban. Sin embargo con ese caso en particular era imposible. Se daba una y otra vez de golpes contra un muro en el que era incapaz de encontrar siquiera la más mínima de las grietas.

Necesitaba café y un cigarrillo.

~*~*~

El sonido del motor de la moto rompió la tranquilidad de la urbanización alejada del centro de Seúl. Las casas unifamiliares se encontraban separadas las unas de las otras por altos muros que buscaban guardar la privacidad de sus habitantes. Al fondo, lo más alejado posible del resto de las casas y casi como si se fundiera con la Naturaleza que se encontraba más allá, se hallaba la casa a la que había prometido ir hacía ya unas cuantas horas. Se sintió vigilado cuando llamó al portero automático y tuvo que esperar unos minutos hasta que el característico zumbido le indicó que se encontraba abierta, pudiendo ver delante de sí una de las fincas más grandes de la zona. Se encontraba llena de árboles y pulcramente cuidada, lo que mostraba lo mucho que sus dueños se preocupaban por detalles como aquel.

Aparcó en uno de los laterales, junto a un todo terreno que tenía los bajos llenos de barro, y se quitó el casco notando cómo su respiración se convertía en vaho delante suyo cuando respiró una bocanada. La soledad y la tranquilidad del lugar le atacó entonces; un silencio que para un urbanita podría resultar incómodo, pero que sin embargo para él era el puro paraíso. Se desmontó de la moto, colocando el casco, con los guantes dentro, en el manillar y se giró para dirigirse con largas zancadas hacia la puerta principal. Distintos olores le atacaron entonces y no pudo por menos que sonreír haciendo que por un momento unos divertidos hoyuelos aparecieran en sus mejillas. Sonrisa que se amplió cuando vio una figura menuda abriendo la puerta y saliendo escaleras abajo en una rápida carrera hasta que le saltó encima, rodeando sus piernas alrededor de su cintura y dejando un reguero de besos por sus mejillas.

—¡Yunho-ah! —la exclamación rompió con la tranquilidad y de repente se encontró de lleno en el remolino de la mujer a la que sujetó para que no se cayera. —Te echaba de menos.
—Yo también a tí Min Ah. —contestó el hombre al tiempo que dejaba que la mujer se deslizara hacia el suelo, revolviéndola la larga y salvaje melena oscura. —¿Cómo es posible que estés todavía más guapa?
—Es la alimentación, por supuesto.

Y una risa divertida explotó en su garganta, porque estaba seguro de que lo decía en serio. Delante de sí se encontraba una mujer menuda de ojos oscuros y rasgados que le miraba con una sonrisa en los labios. Su rostro de niña difería por completo de su cuerpo de mujer que apenas se dejaba ver gracias al enorme jersey color azul cielo que llevaba y los pantalones vaqueros. Ella, sin perder tiempo, lo cogió de la muñeca para arrastrarlo en dirección a la puerta parloteando sin cesar sobre lo buena y sana que era la dieta ahora que tenían el pequeño jardín donde cultivaban gran parte de los alimentos que consumían. 

Yunho se dejó llevar puesto que sabía perfectamente que ella era así. La mujer que lo llevaba sujeto de la mano como si fuera un niño pequeño era una de las más importantes dentro de su raza y también de las más incomprendidas. No todo el mundo soportaba su charla incesante que muchos consideraban como inútil e innecesaria. Él mismo a veces se preguntaba por qué demonios no la mandaba callar y por qué más de una vez se encontraba sonriendo cuando no se lo hubiera permitido, jamás, a cualquiera de sus otros congéneres.

—¿Tienes hambre? ¿Quieres comer algo? Estaba haciendo estofado, ayer fueron a cazar y tengo carne fresca. —comentó y Yunho al olfatear el interior pudo notar ese olor característico de carne recién despiezada por debajo de los efluvios que llegaban desde la cocina. —No hagas eso, es de mala educación.
—¿El qué? —preguntó sorprendido, teniendo que bajar la mirada hacia la mujer que de repente le había soltado y se encontraba delante de él con las manos en las caderas mirándolo de forma penetrante.
—Olerlo todo como si fueras un lobo.

Yunho se agachó entonces, con las manos en los bolsillos, y deteniendo su rostro a los pocos centímetros del de ella. Las miradas se encadenaron y él se puso serio entonces. Había algo en la mirada de esa mujer que tenía delante que siempre le hacía pensar en un cielo nocturno estrellado, como si fuera posible que las estrellas inexistentes comenzaran a tintinear en cualquier momento haciéndose visibles a su interlocutor. Sacó entonces la mano del bolsillo y le dio un golpecito en la nariz con el índice.

—Min Ah... —comenzó entonces, pudiendo ver cómo el inicio de la sonrisa comenzaba a deslizarse por los labios de la mujer. —.... soy un lobo, por supuesto que voy a olfatear como tal cuando llego a un lugar, ¿qué ocurriría si de repente me encuentro con una trampa?
—¿No confías en nosotros?

El pequeño puchero hizo que Yunho volviera a alzar la mano para revolverla el pelo y dejó que una carcajada se escapara con rapidez de su garganta. Para muchos Min Ah no era más que una pequeña niña en un cuerpo de mujer, alguien que no había que tener en cuenta y que desechaban con la misma rapidez que a un pañuelo de papel usado una vez que veían que a simple vista no les servía para nada o no era una amenaza. Sin embargo, Yunho sabía que todo iba mucho más allá de lo que se mostraba a simple vista. Vivían en un mundo de sombras chinescas en el que una cosa era lo que se veía en la pared reflejado, otra muy distinta lo que en realidad era. Los que no entendían eso, estaban destinados a desaparecer. Yunho lo había aprendido cuando no era más que un cachorro y tenía cicatrices que impedían que se olvidara.

—¿Confías tú en mí?

Min Ah le miró entonces, retirando por completo esa máscara aniñada que solía llevar siempre puesta, esa forma de relacionarse con los demás que le resultaba mucho más fácil que mostrar cómo se sentía en ocasiones. No mentía, no le gustaba hacerlo, pero sabía que era mejor de aquella manera porque bastante difícil había sido llegar hasta el punto en el que se encontraba y, no solo eso, poder llegar a estar junto a alguien sin que la mirara como algún tipo de monstruo extraño. El hombre que tenía delante de ella le sacaba varias cabezas de altura y tenía el cuerpo de un guerrero, lo que era en realidad. Podía imaginárselo con una armadura y una espada de la época de Joseon sin ningún problema, aunque en esa imagen debería tener el pelo más largo de lo que tenía ahora, se dijo a sí misma. Sin embargo, a pesar de la amenaza que podría significar y que exudaba de manera habitual, Min Ah sabía algo: se trataba de una de las personas más confiables que tenía la manada en ese momento.

—Sí.

La afirmación fue rotunda y por un momento hizo que Yunho se quedara sorprendido, lo que era ya decir mucho puesto que el licántropo estaba siempre en alerta. No había habido ni una sola inflexión en la voz que le indicara que estaba mintiendo y una vez más todas las barreras descendieron en el acto perplejo con la naturalidad con la que había afirmado algo así, algo que por regla general no se decía entre su raza y mucho menos con las demás. De nuevo entendía por qué el Alfa intentaba que se mantuviera lo más protegida posible y alejada de los circuitos de la ciudad en los que pudiera resultar herida. Min Ah era especial, en muchas y diferentes vertientes. Aquella era una de ellas.

—¿Para qué la preguntas si sabes que al final no va a responder lo que tú esperas?

La voz varonil hizo que Yunho se girara para ver cómo el otro hombre se acercaba hasta donde se encontraban. El Alfa tenía el rostro serio en ese momento, podía notar también que se encontraba ligeramente molesto y que todo estaba relacionado con la conversación que habían tenido hacía unas horas por teléfono. El aire marcial de sus pasos era algo completamente visible, el aura de poder y mando que le rodeaba podía dejar sin aliento a aquellos que se encontraban por debajo de él, pero sin embargo Yunho únicamente inclinó el rostro en un gesto de reconocimiento. 

No hubo venias, ni reverencias y mucho menos mostró el cuello en señal de sumisión. Las miradas de ambos se encontraron y chisporroteó esa tensión que siempre había cuando dos lobos alfas se encontraban en la misma sala, porque ambos sabían que Yunho era capaz, si se lo propusiera, de luchar por el puesto. Aunque también sabían que no estaba interesado en política.

—Rain.
—Llegas tarde. —comentó hasta detenerse a un par de pasos, palmeando por un momento el hombro de Yunho y mirando hacia Min Ah. —Vas a tener que poner otro plato en la mesa.
—No hace falta...
—No mientas. —Rain sonrió y toda la tensión acumulada desapareció en el acto cuando le echó el brazo por los hombros para llevárselo en dirección contraria por la que llegaba el olor a comida. —Los dos sabemos que has tardado para probar lo que Min Ah tiene en la cocina y evitarte cocinar.

Ambos cruzaron una sonrisa cómplice al tiempo que observaban cómo la mujer se dirigía con rapidez hacia la cocina. Era la única forma de quitársela de enmedio para poder hablar con tranquilidad. Si había algo en lo que los dos estaban de acuerdo era en que tenían que proteger a Min Ah, aunque tuvieran ideas diferentes de cómo hacerlo: Rain prefería mantenerla en una burbuja, Yunho consideraba que tenía que saber todo lo que fuera posible para estar preparada. Ambos sabían que había algo que serpenteaba hacia ellos con no muy buenas intenciones. Algo que podría aprovecharse de la inocencia de Min Ah y del poco conocimiento que tenía de lo que en realidad sucedía en el mundo sobrenatural.

—Ven, Jung, acompáñame a la Biblioteca.

De nuevo esas dos palmadas en el hombro mientras se dirigía hacia una de las partes de la casa que más les gustaba a ambos, donde el olor a madera, al fuego de la chimenea y a cuero predominaba sobre todos los demás. No era la primera vez que tenían conversaciones en aquel lugar y por lo tanto no hizo falta que le indicara el camino. Cuando entraron Yunho se quitó la mochila que llevaba en los hombros para dejarla sobre uno de los sillones, haciendo lo mismo con la bufanda y la chupa de cuero, para después girarse hacia la chimenea donde se podía ver un fuego recientemente avivado.

—Esto es lo único que te envidio. —comentó el Rastreador mientras se agachaba observando las llamas. —Algo así no podría tenerlo en el apartamento.
—No sería demasiado cómodo. —asintió Rain acomodándose en el sillón que estaba delante de donde Yunho había dejado sus cosas, estirando las piernas y mirándole con atención. A pesar de las pocas horas que había dormido a simple vista se encontraba en perfecto estado. —¿Y bien?

No era alguien que diera rodeos, al contrario. Era directo, muchos dirían que demasiado, pero era su forma de hacer las cosas. Los subterfugios de los que muchos gustaban, era algo que no terminaba de entender, y que al final no llevaban a ningún lado. Yunho lo agradecía, aunque en ese momento había estado esperando tener un poco más de tiempo para poder organizar lo que tenía en la mente, que desde luego no era poco. Se incorporó entonces, pero no se giró de forma inmediata sino que durante unos segundos su mirada castaña se perdió entre las llamas como si de esa manera pudiera encontrar una solución, algo que poder decirle al hombre que se encontraba sentado a sus espaldas.

—¿No se han puesto en contacto contigo? —preguntó entonces Yunho, recuperando de esa manera la conversación que horas antes habían mantenido por teléfono al tiempo que se giraba para mirarlo. —No me digas que soy el único que ha tenido la oportunidad de conocer a su majestad.
—Se ve que tú tienes algo que necesitan. —Rain observó a su congénere moverse hasta dejarse caer en el sillón que tenía delante de él y echarse ligeramente hacia delante. —¿Qué vas a hacer?
—Ya te lo dije, no pienso entrar en tratos con las sanguijuelas. —el hombre apretó la mandíbula con fuerza. —Por eso necesito a Min Ah.
—¿Y qué piensas que vas a conseguir con eso?
—Ella puede ver más allá de lo que nosotros somos capaces, estoy seguro de que hay algún tipo de prueba que yo no soy capaz de notar.
—Pásame lo que tienes hasta el momento.

Yunho sacó una carpeta para pasársela a Rain y observó cómo el hombre se ponía más cómodo, poniéndose a leer todos los informes y las gráficas que había hecho en los últimos meses. Se recostó entonces en el sillón mientras que Rain revisaba lo que le había entregado. No eran demasiados datos para el tiempo que había dedicado a aquello. Las desapariciones era algo que se conocía entre los seres sobrenaturales de la ciudad. En un primer momento no lo habían tomado muy en cuenta, pero cuando aparecieron los primeros cadáveres con señales claras que indicaban que un simple humano era incapaz de hacerlo, comenzaron a movilizarse. Él había sido el encargado, como buen Rastreador que era, de intentar averiguar de qué demonios se trataba. Y hasta el momento no había descubierto absolutamente nada.

Sentía frustración, porque sabía que en cualquier momento podría volver a suceder y no era capaz de adelantarse como solía suceder. Era como si lo que fuera que se estuviera cebando con la gente de la ciudad, supiera exactamente cómo esquivarle. Y eso le cabreaba, le cabreaba mucho.

Ditulis Oleh : Lyenever // 11:47
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1 hilos entrelazados:

  1. Ya te dije lo que pienso en privado. Como le sucede a mi Inmortales necesita algunas correcciones (ufff... Inmortales necesita más que esto), pero la historia me gusta mucho (ya lo sabes).

    Eso sí, hay un momento en el que te noté ida. Como si hubieses perdido el hilo de lo que querías contar y luego lo retomases sin estar completamente segura de lo que hacías.

    Pero bueno, este es un mal por el que todos pasamos ;).

    Quiero vampi!!! Quiero vampi!!! Quiero vampi!!!!

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